El País - 13 de Noviembre de 1998

PASADOS SIN FUTURO

Jethro Tull
Sala Celeste, Barcelona, 10 de Noviembre

Bauhaus
Sala Celeste, Barcelona, 11 de Noviembre

Quiso el azar que se sucediesen dos maneras de evocar tiempos pretéritos. La primera reinó en los setenta, mientras que la otra generó culto en los ochenta, o sea, dos décadas periclitadas. Ambos acontecimientos coincidieron en Celeste, y ambos llenaron la sala. Cada uno movilizó a su público, el primero de perfil puretón y rockero, el segundo de contornos más siniestros y menos arrugados. Ambos reivindicaron el pasado, uno de manera evidente y otro de forma más disimulada, pero el caso es que ambos reclamaron lo de antes para justificar un presente, y aunque lo hicieran de forma disímil, los dos coincidieron en lo sustancial, pues todos parecían decir que cualquier tiempo pasado parece mejor, como cantaba Karina hurgando en su baúl de los recuerdos.

Uno era Jethro Tull con su flauta, todo rock progresivo y Aqualung; el otro Bauhaus con su pos-punki-gótico-existencial-trascendente. El primero, nunca retirado de forma oficial, paseó su figura tras una flauta que a diferencia de su voz, ya bastante marchita, sonaba como hace 30 años. Como para recordar el tiempo que ha pasado, Ian Anderson databa las canciones al presentarlas, canciones por cierto compuestas cuando muchos de los allí presentes ni siquiera habían nacido. Gesticulando como si fuese el cruce entre un bufón y un romancero y encabezando una banda impecable, el flautista dejó en evidencia que vive de un pasado que ni el revivalismo puede resucitar artísticamente. Así hubo que tomarse su concierto, como una manera de evocar lo que hace 30 años tuvo cierto sentido. N concierto, pues, sólo para admiradores.

En esto coincidió con unos Bauhaus revividos para esta única gira, de la que editarán el correspondiente disco en directo. Lo de Bauhaus fue peor en el sentido de que se podía pensar a priori que su música tenía sentido, algo que se demostró inexistente oyendo sus clásicos 15 años después de su momento. Las guitarras saturadas, el oscurantismo de cartón piedra y ese pos-punki característico de los de Peter Murphy carecen a todas luces de sentido artístico hoy en día.

Eso sí, tanto la puesta en escena como el sonido y la entrega de la banda hicieron que el concierto no defraudase a sus seguidores, para muchos de los cuales esta presencia de Bauhaus saldó una deuda con el pasado.

LUIS HIDALGO

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