Alfredo Amores, socio n. 44
Tengo que confesar que soy de los que hace un año pensé, que con la presencia de Ian Anderson en nuestra novena convención, habíamos tocado techo.
Qué gran satisfacción un año después, comprobar sobre el terreno en primera persona lo equivocado que estaba.
Una vez superada en el tiempo esta décima, las cosas se van viendo en la distancia con más objetividad, calma y realismo. Hablar de mis amigos y compañeros tullianos sería otra vez más, sino cansino, sí excesivamente reiterativo. A estas alturas nos conocemos ya todos, los que participamos activamente, antes, durante y después del evento. No es reprochar nada a nadie pero creo que en las tres últimas convenciones los que mínimamente hemos colaborado nos hemos compenetrado de tal manera que con mirarnos nos basta para saber lo que en cada momento tenemos que hacer, y si surge la duda siempre está nuestro presidente para aclararla.
Si de algo me arrepiento es de no poder echar el tiempo atrás, para que aquellas convenciones que me perdí en su momento, (tiempos muy difíciles para mí coincidiendo en fechas con ellas) me arrepiento, por no poder recuperarlas uniéndolas a las que he participado. Mi curriculum lo tendría más engordado, personalmente me satisface. Participación que siempre me sabe a poco. Siempre me queda la sensación de haber podido hacer más.
Pero no solo el fin de semana de la fiesta grande, me consta que a lo largo del año son parte del tiempo personal de algunas personas que centran sus energías en la preparación del evento. En cuanto a las personas no hay convención en la que no conozcamos a un nuevo socio, pasando por la experiencia que todos hemos podido disfrutar ya. Esa magia, atracción, complicidad, no encuentro la palabra exacta para definirla, en la que sientes que no solo eres un fans de la música de Jethro sino que alrededor de todo, eres atrapado por una especie de red social y musical de la que ya no quieres salir, lamentando su no existencia desde mucho más tiempo atrás.
Centrándome en la décima, destacar que en esta edición a parte de lo apuntado ya al principio, desde el punto de vista mío personal ha sido mucho más intenso y a la vez relajado. No quisiera cometer el fallo de compararla con la novena, sospecho una vez más, que estoy inconscientemente haciéndolo. Una vez terminado el concierto, me llamó la atención el escuchar en numerosas personas el comentario “ha sido la mejor convención”. Posiblemente, no lo niego pero quisiera centrarme en la que para mi puede ser la persona que nos dé lugar a llegar a tal afirmación.
Es la segunda vez que acude, espero que no sea la última, se la quiere y nos quiere el calor lo aguanta poco, me preocupé al margen de otras personas que también lo hicieron, de que no le faltase una botella de agua en su mano durante el tiempo que permaneció en el Marc Grau, la temperatura y el sol esta vez, fueron más benevolentes que en ediciones anteriores.
Llegando el fin de fiesta, llena de buen rollo, energía y disposición, nos sorprendió con su actuación sobre las tablas, junto a los grandísimos músicos, sobre todo personas, que nos acompañaron durante tres jornadas nuevamente para enmarcar.
Sin desmerecer a nadie, sin olvidarme de nadie, desde el técnico de iluminación que llegó el sábado por la mañana en su furgoneta, técnicos de sonido, vecinos de Gavá, amigos Tullianos, empleados del Flora Parc, músicos….repito, para mi esta convención ha tenido un nombre propio. Dee Palmer, tanto en el escenario cómo fuera de él.
No seré yo el que ahora descubra a Tundra, Beggar´s Farm, Antonio, Paco, José Ignacio, Enric, Antonio, Maartin, Martin Driver, Cristóbal y mucho menos a Martin Barre. Sí, destacar la figura de Dan Crisp una voz que no conocía y que según van pasando los días voy descubriendo el por qué acompaña a Barre.
Y cómo el año pasado me despido de igual manera, pensando que ya ha empezado la cuenta atrás hacia la undécima. Decía Aristóteles que el tiempo es la medida entre dos instantes, a lo que me atrevo hacer un símil y afirmar que entre la X Convención y la XI existe un tiempo para recordar lo pasado y planificar el futuro. Me consta que son varias las personas que esto no lo echan en saco roto, es decir, yo al menos me siento permanentemente en convención.
Con el deseo de que el próximo año sean más las personas que se sientan orgullosas de portar nuestro carnet, al tiempo de conocerlas. Cómo sabiamente dijo en una ocasión nuestro presidente Albert, lo mejor de la asociación somos nosotros, los Tullianos. Sin duda.
Hasta pronto!
Cristóbal Vergara, socio n.18
Pues ya van diez convenciones. Quién lo diría, y muy difícil lo teníamos para elevar el nivel en esta nueva edición. Si se ha conseguido ha sido gracias a Albert, nuestro presidente, que con su duro trabajo durante todo 2012 ha conseguido hacer realidad esta décima convención.
Llegué el viernes 6 de julio en AVE a Barcelona, más descansado que nunca, y por la tarde ya estaba en Gavá. Abrazos y sonrisas por encontrarte con los viejos amigos. Pasados los sobresaltos de anteriores convenciones por fin todo iba sobre ruedas. Llegaron los italianos de Beggar’s Farm, Maartin Allcock, Dee Palmer y finalmente, un sonriente y amable Martin Barre. Por la noche todos fuimos a cenar y dio la casualidad de que Martin Barre se colocó en un extremo de la larga mesa, mientras que yo estaba en el lado opuesto. Cenamos y al observar allí a Barre recordaba nuestra cuarta convención, cuando José Ignacio me invitó a cenar en su casa junto a Clive Bunker y Dave Pegg. Creí que aquello supondría el culmen para poder presumir ante los amigos, pero seis años después compruebas que uno ahora puede jactarse de haber comido unas pizzas junto al portentoso Martin Barre. ¡Dios, qué lujo!
El día de la Convención por la mañana, todo empezó a retrasarse debido a que el electricista municipal llegó horas más tarde de lo convenido por una inesperada avería. Ya me imaginaba que las pruebas de sonido serían mucho después de lo esperado. Aprovechamos la mañana para montar el bar y hacernos esa foto de rigor con el resto de Tullianos mostrando nuestros varoniles abdominales. Juro con los dedos cruzados que no metí tripa y mi mayor incertidumbre es ¿para cuándo ese calendario de Tullianos? ¡Basta ya de valorar al cuerpo de bomberos!
En la sobremesa del restaurante me encontré de nuevo con el resto de socios y amigos. La comida, como siempre, fue un ambiente de buen rollo e inmejorable espíritu. Afortunadamente Martin Barre declinó la invitación y comió en su habitación. Si hubiera probado aquella paella no tengo ninguna duda que jamás volvería a querer estar en nuestra convención. Bajó después del postre a firmar y hacerse fotos con la gente. Pero hubo lío como en la edición anterior con Anderson. Aunque lo más ordenado hubiera sido que yo o un único fotógrafo hubiera hecho las fotos, la gente insistió en hacérselas con su propia maquina, por lo que en la mayoría de fotos que hice cada uno salía mirando a una cámara. Incluso vi alguien que llevaba para que le firmara ¡toda la discografía de Jethro Tull! ¿Pero qué concepto tiene la gente de para que ha venido Martin Barre? Me hacía acordarme de la egoísta actitud de ciertos directores de sucursal bancaria al ver aparecer por allí a un jubilado con sus ahorros y tratándole de endosar unas acciones preferentes. Mientras no diga nada y confiado firme.. ¡cojonudo! No, hombre, no. Martin Barre no ha venido para eso y hace falta un poco de respeto. Luego dicen que Ian es borde. He aquí la explicación.
El concierto debía haber empezado a las 7 de la tarde pero eran las 7.45 y todavía continuaban las últimas pruebas. No quedaba ya tiempo para la mía así que me subí al escenario para cumplir con el ritual de que yo inaugurase nuestra convención, y sucedió lo normal cuando se hacen esas cosas. En la base que habíamos preparado Paco Jiménez y yo para Skating Away… no coincidimos. O no la oía o me tapaba a mí. Decidí cortar por lo sano y después de medio minuto de desbarajuste, pedí que la quitara y la canté sólo con la guitarra. Ese primer tema fue un desastre. Luego seguí con Bungle in the Jungle; afortunadamente su base sonó correctamente. Luego se subió Antonio Cochón a hacer un corto solo de flauta, y luego se agregaron Paco Jiménez y Enric. De Paco siempre repito que es mi héroe, pero porque es verdad, además este año vino acompañado de Enric, que es un auténtico maestro de la guitarra española, y espero que se “enganche” más veces a nuestra convención. Tocamos Still my Guitar Gently Weeps, que habíamos improvisado/ensayado por la mañana, pero que al presentarse Antonio a última hora quedó trastocada. Enric canta muy bien y con su voz y sus solos sacó el tema adelante. Me despedí por fin. A partir de entonces todo sería mirar, escuchar y disfrutar. Siguió Reason for Waiting cantada por Martin Driver, a quien con el paso de cada año aprecio más. Paco y Enric concluyeron su actuación con un medley de Raghtime/Seranade to a Cukoo y una versión magistral para guitarra de Elegy. Espero subirme el año que viene con ellos pues no podría estar mejor acompañado.
Luego tocó Tundra al completo. Mi amigo Pedro, que el año pasado por única vez no pudo estar sobre el escenario, ya estaba recuperado en gran parte y tocó los primeros acordes antes de que Paco y yo sacáramos al “loco” de José Ignacio hasta el micrófono para el inicio de su actuación. Rock auténtico en estado puro, y no sé cómo lo hacen pero cada año me gustan más. Lick your Fingers Clean, Godzilla, Las Cabras y Mistreated fueron temas que bordaron por su fuerza y genialidad.
Al contrario que la última vez que pisó Gavá, un ahora sobrio Maartin Allcock nos hizo deleitarnos con unos temas musicales de su propia discografía. Es un músico profesional y claro está que no podía ser de otra forma, todos disfrutamos de su corto set list que su PC se encargó de amargar con varias e inesperadas interrupciones.
Luego vendría Dee Palmer. La primera parte de su actuación fue en solitario con su piano. Canciones en las que ella ha estado involucrada ya sea por su arreglo, concepción o interpretación en los míticos años en que fue miembro (masculino) de Jethro Tull. Coronach, Too Old to R&R, Bungle in the Jungle… Luego se le unió el guitarra, el batería de los Beggars y Allcock al bajo. La verdad es que fue una actuación que para cualquier fan de Jethro Tull resulta antológica. Es algo que rara vez se podrá ver en otro lugar del mundo.
Se produjo una interrupción para la rifa a la que Ian había enviado mucho material firmado y en que Dee nos regaló valiosísimo material de Jethro Tull: dos letras autografiadas por Ian cuando las compuso en 1975. También un raro Tour Program Australiano y un flyer del ballet The Weaking Edge. Yo que soy un coleccionista compulsivo del grupo gasté más que ningún otro año en papeletas pero la suerte no me sonrió con ninguno de estos rarísimos artículos. Eso creía yo.
El caso es que Tour Program le tocó casualmente a un tulliano que tenia a mi vera y como estaba muy interesado en el Tour Program le ofrecí 50 € por ello. Me dijo que no, pero... no sabía que leches era eso que le había tocado. Se lo expliqué y comprobé por su habla que ya tenía encima un grado de alcohol incompatible con una fluida dicción. Me dijo que entonces me lo cambiaba por... ¡cinco cervezas! aunque primero quería verlo. Me dio la papeleta para que se lo recogiera. Allí fui y en el momento que me lo entregaban estaba también otro persona recogiendo el flyer. Le ofrecí 40€. Tampoco sabía que coño era esa hojita. Se lo expliqué. Después me dijo que lo lamentaba pero que le había tocado a su mujer así que lo consultaría con ella, y se marchó. Volví con el tour program, se lo di a quien le había tocado, quien lo ojeó y con gran asombro no paraba de decirme que mirase lo que allí había: “¡Una foto de Uri Geller! ¡Uri Geller, el de las cucharas!” Luego le volví a preguntar si me lo cambiaba por dinero, pero insistió en las cervezas para él y sus amigos, así que fui a por ellas y me finalmente me quedé el tour program. Antes me hizo asegurarle que le quería mucho. Le dije que no, más bien que ¡le quería muchísimo! Muchas gracias, Juan Manuel Morales, por tu buen rollo.
Luego vino el plato fuerte: Beggar’s Farm. Se estrenaron con un intro, como en Bursting Out para introducirnos Living in the Past, al que siguió Sealdriver. Joyas como esas es lo que más me gusta oír, temas fantásticos que ahora son casi imposibles de escuchar en cualquier concierto de nuestros amados Tull. Life is a Long Song o Someday the Sun… son ya temas más trillados. Para celebrar apropiadamente el cuarenta aniversario tocaron una excelente versión de Thick as a Brick. Siguieron con unas cuantas canciones de las que tanto me seducen: Pussy Willow, One White Duck y Nursie, todas con una maestría y un sonido impecable. Finalizaron la primera parte del set nada más y nada menos que con My God, en la que Franco, su líder, lo borda con la flauta.
Comenzó la segunda parte del concierto de Beggar’s en la que se unía a la banda la voz de Dan Crisp y la guitarra nada menos que del legendario Martin Barre. Parecía imposible pero lo habíamos conseguido: la persona más querida (junto con Anderson) por los Tullianos estaba tocando allí para el selecto público que había decido acudir. El primer tema fue un magistral e íntegro Minstrel in the Gallery, quizás el mejor tema de toda la noche. Daba comienzo una de esos mágicos conciertos, que al igual que el del año pasado han tenido lugar en el Mar Grau de Gavá. Al final de la canción la gente aplaudió y agradeció al maestro Barre su asistencia.
Vendrían después temas poderosos como To Cry you a Song y A New Day Yesterday. Una sorpresa mayúscula fue la balada Home. La fantástica voz de Dan encajaba a la perfección en ella y fue emotivo escuchar a todo el auditorio entonar al unísono el estribillo. Luego vendría otra gran canción: Teacher. Después Martin anunció una sorpresa para Hymn 43: se adhería José Ignacio a la voz, ataviado apropiadamente y cómo no podía ser de otra forma de cura pederasta. Particularmente a mí ver como mi mejor amigo de Tullianos está sobre el escenario junto a Martin Barre me produce una emoción y una felicidad que me cuesta explicar, pero sé que si existe alguien en la tierra que merece recibir tal honor, él es primero de la lista. El siguiente tema, Cross Eyed Mary, también fue con Josing a la voz, terminando así su colaboración en el concierto. Aprovechando que José Ignacio se iba, Beggar’s cambió el registro y tocó un par de temas de Martin en solitario: A Blues for All y Morris Minus; el primero de ellos lo cantaba una seductora italiana. Luego otra vez más temas de los Tull: My Sunday Feeling y, para acabar el concierto, Aqualung. ¿Quién se puede permitir ahora mismo oír este tema con Martin a la guitarra? Tan sólo Tullianos.
El público pedía más, y en el único y obvio bis de Locomotive Breath salieron todos, y cuando digo todos, me refiero también a Maartin Allcock al bajo y a Dee Palmer al piano. Otra formación mítica para disfrutar. De todo el mundo quien más gozó fue Dee, que pidiendo permiso para cantarla con la mano en alto como una colegiala; así pudo desquitarse de esos cientos de conciertos en que veía cómo lo hacía Ian mientras que él quedaba relegado a su papel de teclista. Di que sí, Dee, ¡con dos huevos! Operados, pero con dos huevos. ¡Tú también puedes!
Cuando los músicos saludaron al público, Josing llamó al resto de participantes de la convención… y a mí también. Noble gesto que no decliné como otras veces. Emociona ver la cara de satisfacción de cientos de personas por lo vivido esa mágica noche, y que uno con su pequeña aportación consigue construir.
Así acabó la convención y se me acercó un tío que me dijo si no le reconocía: era uno de los dos fan de los Tull de Cataluña que contactó conmigo en 1988 (el otro fue Josing) y del que no sabía nada desde hace más de quince años. Imagínate, nos tiramos hablando sobre nuestras vidas largo rato, pero nos interrumpió un matrimonio... El del flyer, que antes de irse no habían cesado de buscarme. La mujer me dijo que me lo regalaba, pues aunque les gustaba mucho Jethro, no coleccionaba nada y con toda seguridad estaría mucho mejor en mis manos. Le dije que con el dinero se podría dar un pequeño capricho pero me respondió que de eso nada, que de hecho ambos me agradecían lo bien que lo habían pasado esa noche al igual que años, y que estaban orgullosísimos del "tinglado" que habíamos logrado montar nosotros solos. Además del flyer, fueron ellos los que me dieron las gracias. Joder... ¿puede haber alguien en este planeta con más suerte? Es lo que tiene ser Tulliano.